domingo, 6 de septiembre de 2009

Bitácora #4 Andrea Leiva

Andrea Leiva

Taller de comunicación Escénica

3 Septiembre 2009

Bitácora no. 4

La clase empezó con calentamiento, como siempre, y el primer ejercicio que realizamos fue el de pasar un “jía” a la persona que teníamos a lado. El “jía” se podía regresar con un “hondom” y así se cambiaba su dirección; te saltabas a una persona si decías “aia” y te saltabas a una persona en sentido opuesto al que el “jía” se dirigía con un “ahí.” Cada palabra tenía un movimiento del cuerpo y muchas veces nos confundíamos entre el “aia” y el “ahí.” También agregamos un “¡ah toro!” en el cual todos teníamos que levantar las manos y acercarnos al centro del círculo diciendo la frase; después, el “jía” debía de continuar siendo pasado en la dirección en la que iba antes del “¡ah toro!” Como nos distraíamos muy seguido porque bromeábamos cada vez que nos equivocábamos, Claudia decidió hacer del ejercicio un concurso: cada vez que alguien se equivocara sería sacado del círculo y las últimas dos personas que quedaran ganarían. De premio, les íbamos a comprar de las maquinitas lo que ellos quisieran. Ganaron Leonardo y Morgana. El concurso hizo que el ejercicio se tornara más serio. Nos equivocábamos menos y duró mucho más tiempo el “jía” en “movimiento,” por así decirlo.

El siguiente ejercicio fue algo de improvisación. Una persona debía de realizar una acción y congelarse. Después, otra debía de realizar una acción totalmente diferente la realizada anteriormente pero basándose en la posición corporal en la que se había congelado la persona anterior. Y así sucedía sucesivamente con todos nosotros. Como es costumbre, nos reímos y bromeamos mucho con las posiciones en las que terminábamos, pero la que se llevó el premio fue Sofía. Nadie supo qué era específicamente lo que se estaba llevando a la boca imaginariamente, pero parecía sabroso… como siempre, el albur no faltó en nuestro grupo.

El highlight de la clase fue la expectativa de comer pizza el siguiente jueves. El celular de Giancarlo tuvo la fortuna (o el infortunio para él) de sonar durante la clase, así que nos pasamos un buen rato discutiendo sobre qué ingredientes debían de contener las pizzas y cuántas iban a ser necesarias para saciar nuestro apetito. Definitivamente, para el siguiente jueves, no probaré bocado para poder disfrutar de la pizza que nos traerá.

Antes de partir al torneo de improvisación al que nos vimos algo obligados a ir (que al final de cuentas no resultó ser tan malo) empezamos a escribir el argumento de una radionovela que entre Lety, Sofía y yo debemos realizar. Tratará de piratas, a ese acuerdo llegamos. Durante quince minutos de planeación Lety nos estuvo repitiendo que los piratas naufragaban después de una tormenta, mientras que Sofía pensaba probablemente en su novio o tal vez en la posición extraña que tomó en el ejercicio anterior. Yo, en otro caso, estuve contando chistes sobre caníbales. Ésta descripción sonará a que los integrantes de este equipo somos poco productivos, pero en realidad decidimos que los piratas, después de una tormenta, iban a naufragar en una isla de caníbales y que íbamos a contar, estilo radio novela, el chiste de caníbales que me chuté en esos minutos. Sofía se encargó de dividir los personajes y sonidos a realizar entre nosotras tres y me complace decir que ella llegó a la conclusión- de extrema complejidad matemática, debo agregar- de que en la historia iban a haber tres piratas y tres caníbales, y que cada una de nosotras iba a interpretar a un caníbal y a un pirata. Luego de tanta complejidad en la división de personajes llegó el momento de ir al torneo inter-escolar de improvisación, pero eso ya es otra historia.

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